Érase una vez, en una tierra lejana, un castillo con jardines inmensos que, con la llegada del invierno, sus lagos y sus flores se congelaban.
Érase una vez, en una tierra lejana, un castillo que, para llegar hoy en día, parece necesario ponerse la meta y hacer los cambios de trenes adecuados.
Érase una vez, en una tierra lejana, un día tan frío, que parecíamos perder las puntas de los deditos de los pies.
Érase una vez, en una tierra lejana, cuatro chicas que se aventuraron a conocer este castillo mágico.
