Siempre uno tiene lugares favoritos, donde la mente le gusta divagar cuando tiene tiempo libre. O quizás el lugar seguro que te gusta visitar para escapar la fea, tensa o aburrida realidad de alguna situación. A veces, la gente imagina estar en la playa, sintiendo la brisa fresca, bajo unas palmeras, tomando agua de pipa y oyendo de fondo el sonido de las olas del mar. Para otras personas, su lugar mágico puede ser en un río, sintiendo las frías corrientes, apoyado en una piedra, refugiado del sol de medio día por la sombra de los árboles, oyendo los pájaros cantar.
Mi escape, en cambio, es dentro de las montañas: caminando en los senderos, llenándome los zapatos de tierra, rodeada de árboles, sintiendo el aire frío debido a la altura, pero sin sentir necesidad de cubrirme por el calor generado por mi propio cuerpo. Sentarme al lado (o arriba) de un árbol, sentir su corteza, ver sus ramas bailar con el viento, oír toda la vida que habita allí dentro. Llegar, al final de la deliciosa (e incluso a veces cansada) caminata, al tope, a la cima, a lo más alto de la montaña, donde se respira un aire diferente, con una vista desde otro ángulo. Sentirme la reina del mundo, viendo el paisaje, pensar que todo lo que toca la luz me pertenece, entender que soy minúscula en este enorme universo.
Trato de huir a este lugar seguro cada vez que puedo, subiendo al volcán Irazú, o al parque de Prusia (mi favorito por siempre), por ejemplo. La mejor y más alta expresión de montañismo que he vivido en mi vida fue hace ya varios meses; casi medio año en realidad ha pasado y yo no logro dejar de sentir mi piso moverse cuando pienso en esta experiencia. En agosto del año pasado tuve la hermosa oportunidad de subir el Chirripó, el punto más alto de nuestro bellísimo y pequeñísimo país, con sus 3820 metros sobre el nivel del mar, imponente sobre todas las montañas y los parques nacionales de nuestro país.
Los detalles de la subida quedan de lado en esta ocasión - la dificultad, la sudada, la belleza, la impresión; pero el sentimiento de grandeza, de magnificencia, de esta experiencia, queda conmigo ahora y siempre.